La escasez de personal de enfermería se conoce desde 2010, cuando los principales actores del sistema socio-sanitario y asistencial dieron la voz de alarma. Con esto se deduce que la actual pandemia no ha hecho más que agravar, en gran medida, un problema noto, llevando así a nuestro país a una necesidad nacional estimada, hasta la fecha, de unos 63.000 enfermeros. Se ven particularmente afectadas las residencias de ancianos y las ARS; plantas orgánicas restringidas y sufrientes. En la práctica, mientras que los países de la UE ascienden a unos 1.000 enfermeros por cada 100.000 habitantes, en Italia no llegan ni a 600. Según el centro de estudios de Fnopi (Federación Nacional de Órdenes de Profesiones de Enfermería) la falta de profesionales se siente en todas las regiones: desde más de 9.000 faltantes en Lombardía, hasta casi 7.000 en Lazio, 6.300 en Campania, 5.700 en Sicilia, 4.800 en Puglia, 4.500 en Véneto, 4.000 en Piamonte y 3.700 en Toscana, solo por mencionar las regiones con los números más significativos (datos de mayo de 2021).

Para agravar la situación actual, el uso de personal en los departamentos covid (que implican una mayor intensidad de atención) y en la campaña de vacunación. A esto hay que sumar el éxodo que desde hace tiempo ha visto a esta figura profesional abandonar los “antiguos” puestos de trabajo para encontrar colocación en empresas públicas que ofrecen condiciones laborales y salariales mucho más ventajosas. Así que los centros administrados por fundaciones y cooperativas se están empobreciendo. Las instalaciones para ancianos y discapacitados ya se han visto muy afectadas por las infecciones en los últimos meses. Ahora corren el riesgo de sufrir también los efectos secundarios de la pandemia. Sin enfermeros ¿quién cuidará de los asistidos?